Mizoguchi

Kenji Mizoguchi realizó sus filmes con la mirada de un pintor y el alma de un poeta. Creó un estilo visual rico en belleza y lleno de detalles físicos y psicológicos; resaltó el diseño interno de las imágenes y creó composiciones bellas desde el punto de vista plástico, explorándolas con amor y recreándose en ellas con un suave movimiento de la cámara. Produjo así un universo realista y unificado, concreto en la disposición y en el ambiente, donde exploró la relación psicológica de sus personajes. Su tema principal fue la condición social de la mujer japonesa y su papel en una sociedad dividida entre tradición y modernidad. Su interés y comprensión de la psicología femenina son los rasgos más sobresalientes de sus películas. La llegada del sonido se producirá con La tierra natal (1930). Así y todo, la escasamente desarrollada técnica malogrará la carrera comercial de la cinta, decidiendo que Mizoguchi siga trabajando en el cine mudo por un tiempo. Fruto de su trabajo para la productora Daiichi Eiga es la realización en 1936 de dos de sus filmes mayores: Elegía de Naniwa  y Las hermanas de Gion, que denotan una depuración, una sofisticación de la puesta en escena decisiva en la consolidación de su estilo: filmadas en exteriores reales, tratando temas del momento, de algún modo se anticipan al neorrealismo italiano, condiciones de producción aparte. Mención especial merece la persona del guionista, Yoshikata Yoda, que será fundamental desde ahora, contribuyendo en buena parte a hacer del cine de Mizoguchi lo que finalmente fue: uno de los más complejos y universales retratos íntegros de la naturaleza humana. Con todo, el inmerecido fracaso comercial de estas producciones causará el fin de Daiichi Eiga. Con La historia de los crisantemos tardíos (1939) el cineasta entregará otra obra maestra, pero rompiendo con la temática de las anteriores, al mirar al pasado y reflexionar sobre el teatro Kabuki y sus intérpretes. Los años 40 arrancan con la realización de tres películas que poco tienen que ver con Mizoguchi, pero en las que, fuera de toda duda, deja bien patente su sentido de la puesta en escena. La mejor de ellas es Los 47 samuráis (1942), superproducción de casi cuatro horas de duración, respaldada por las fuerzas políticas japonesas por su obvio nacionalismo, bien oportuno por otra parte en un momento históricamente crítico. Menos interesantes, al parecer, son las dos siguientes entregas, Miyamoto Musashi (1944) y La espada Bijomaru (1945). Así, al fracaso de Japón en la II Guerra Mundial, debe sumarse la por fortuna breve decadencia creativa que sufrió el cineasta al final de la década. De este momento incierto, como título mayor, destaca sobremanera Cinco mujeres en torno a Utamaro (1946), espléndida aproximación a la figura del pintor Utamuro, maestro de la xilografía en colores, en la que Mizoguchi reflexiona sobre la valoración moral de la pintura y su función estética como captación del instante en la naturaleza.

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Credit: Courtesy of Janus Films

El año 1951 aparece como fecha fundamental en la historia del cinema japonés. El motivo: el León de Oro del Festival de Venecia conseguido por Rashomon (1950), de Akira Kurosawa. Parece ser que esta noticia desesperó a Mizoguchi, un cineasta por lo demás superior a Kurosawa, consciente por otra parte de la injusticia crítica que los europeos estaban cometiendo con él, y que pronto sería saldada: la profunda reflexión y la minuciosa preparación a la que somete su cine durante la década de los 50, plenamente ya madurado, le llevan, finalmente, al ansiado reconocimiento crítico occidental. Las obras maestras no harán sino sucederse: Vida de Oharu, mujer galante (1952), adaptación de la novela Vida de una cortesana de Saikaku Ihara, en la que Mizoguchi manifiesta por primera vez -o al menos más que nunca- una conciencia de estilo que en su perfecta integración supera la cualidad de filme perfectamente acabado, resaltando por otra parte la aplastante -y aparente- sencillez en la que reposa la gran complejidad de sus contenidos: como nunca, la crítica social del filme alcanza cotas de inusitada lucidez, desde la representación de una sociedad corrompida por el dinero hasta la diferencia de clases como temas centrales del film; Cuentos de la luna pálida de agosto (1953), la más conocida de sus obras; El intendente Sansho (1954), su film más pesimista y asumido, en el que se nos cuenta una típica historia de injusticia social, pero evitando cualquier partidismo maniqueo, ya que son los propios hechos y no su enfoque los que corrompen a las personas y las sitúan en su inevitable lugar, todo ello a partir de un cuento de Ogai Mori; Los amantes crucificados (1954), uno de sus más extraordinarios logros, de no pocos puntos de contacto con el cine de Robert Bresson -[Mizoguchi, como el genio francés, es uno de los maestros incuestionables de la contemplación en su más profundo sentido, y su cámara, la mano impertinente que desnuda al ser humano de toda banalidad; en este filme, como en el no menos asombroso Proceso de Juana de Arco (1961) de Bresson, el verdadero (aunque soterrado) motivo de angustia no es otro que la ausencia del ser humano en el espacio: esos amantes que van a morir crucificados tienen su eco en el madero en el que Juana será quemada]-; y La Emperatriz Yang Kwei-fei (1955), primer filme en color del autor y su último gran trabajo, suerte de compendio de sus temas habituales, aquí la historia de una mujer que se sacrifica por el hombre al que ama, ambientada en esta ocasión en la China del siglo VIII: con este filme, que se articula a lo largo de un flash-back desplegado en una estructura circular (presente-pasado-presente), Mizoguchi ofrece una de sus más conseguidas reflexiones sobre el devenir del individuo y su muerte.

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Credit: Image courtesy of Janus Films.

Mizoguchi produjo 85 películas.De estas obras, sólo 30 existen en la actualidad. Museum of Moving Image y la Japan Foundation presentarán todas estas obras existentes en una importante retrospectivala primera en América del Norte en casi 20 años y la primera en presentar los 30 títulos. Incluirá clásicos como  Cuentos de la luna pálida (Ugestsu monogatari,1953), El Intendente Sansho (Sanshô dayû, 1954), Vida de O-Haru, mujer galante (Saikaku ichidai onna, 1952), Los amantes crucificados Chikamatsu monogatari,1954)  y títulos raros que apenas se han mostrado en los Estados Unidos. Todas las películas en la retrospectiva se mostrarán en celuloide, la mayoría en 35 mm, pero también algunas en impresiones raras  de 16mm. En colaboración con Japan Foundation y el National Film Center de Tokio, muchas de estas impresiones de archivos se han importado de Japón.Después de la presentación en el Museo, la retrospectiva viajará al Harvard Film Archive (Boston, MA) y al Pacific Film Archive (Berkeley, California). Entre los film raros están Song of Home (Furusato no Uta) (1925), el film número 30 de MIzoguchi, Oyuki la virgen (Maria no Oyuki) (1935), adaptación de un cuento breve de Guy de Maupassant  ( la historia que también inspiró La Diligencia de John Ford), El valle del amor y el odio (Aienkyo) (1937), basado el la Resurrección de Tolstoy y La dama de Mushasino (Musashino Fujin) (1951).

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Mizoguchi. Museum of the Moving Image.

 

Laura del Moral.

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